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La única soberanía verdadera de un pueblo libre es la de una mayoría sujeta a controles y limitaciones constitucionales, y que cambia siempre fácilmente con los cambios deliberados de las opiniones y sentimientos populares. Quien la rechaza vuela necesariamente a la anarquía o al despotismo. La unanimidad es imposible. El gobierno de una minoría, como acuerdo permanente, es totalmente inadmisible; de modo que, rechazando el principio de la mayoría, lo único que queda es la anarquía o el despotismo en alguna de sus formas.