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Los auspicios para la filosofía son malos si, al proceder ostensiblemente a la investigación de la verdad, comenzamos diciendo adiós a toda rectitud, honestidad y sinceridad, y nos proponemos sólo hacernos pasar por lo que no somos. Entonces asumimos, como esos tres sofistas [Fichte, Schelling y Hegel], primero un falso patetismo, luego una afectada y elevada seriedad, después un aire de infinita superioridad, para imponernos allí donde desesperamos de poder convencer jamás.