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El águila deja cantar a los pajarillos, y no se preocupa de lo que quieren decir, sabiendo que con la sombra de sus alas puede a placer acallar su melodía: Lo mismo puedes hacer con los vertiginosos hombres de Roma.
El águila deja cantar a los pajarillos, y no se preocupa de lo que quieren decir, sabiendo que con la sombra de sus alas puede a placer acallar su melodía: Lo mismo puedes hacer con los vertiginosos hombres de Roma.