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La enfermedad social de lo políticamente correcto ha entrado en la vida cotidiana, invirtiendo lo bueno en malo e intentando reescribir historias orgullosas como una imposición de la supremacía blanca por la que todos deberíamos arrepentirnos.
La enfermedad social de lo políticamente correcto ha entrado en la vida cotidiana, invirtiendo lo bueno en malo e intentando reescribir historias orgullosas como una imposición de la supremacía blanca por la que todos deberíamos arrepentirnos.