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  • Pero negar el destino es arrogancia, declarar que somos los únicos forjadores de nuestra existencia es una locura; si niegas el destino, la vida se convierte en una serie de oportunidades perdidas, un lamento por lo que nunca fue y podría haber sido, un remordimiento por lo que no se hizo y podría haberse hecho, y el presente se desperdicia, convertido en otra oportunidad perdida.