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  • Lo que más me impresionó fue el silencio. Era un gran silencio, distinto a todos los que he encontrado en la Tierra, tan vasto y profundo que empecé a oír mi propio cuerpo: el latido de mi corazón, el pulso de mis vasos sanguíneos, incluso el susurro de mis músculos al moverse unos sobre otros parecía audible. Había más estrellas en el cielo de las que esperaba. El cielo era de un negro intenso, pero al mismo tiempo brillaba con la luz del sol.