-
No hay carácter, por bueno y fino que sea, que no pueda ser destruido por el ridículo, por pobre e ingenuo que sea. Observad al asno, por ejemplo: su carácter es casi perfecto, es el espíritu más selecto entre todos los animales más humildes, y sin embargo ved a lo que le ha llevado el ridículo. En lugar de sentirnos halagados cuando nos llaman asno, nos quedamos con la duda.