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La guerra incondicional ya no puede conducir a la victoria incondicional. Ya no puede servir para resolver disputas. Ya no puede afectar únicamente a las grandes potencias. Porque una catástrofe nuclear, propagada por el viento, el agua y el miedo, podría engullir por igual a grandes y pequeños, ricos y pobres, comprometidos y no comprometidos. La humanidad debe poner fin a la guerra, o la guerra pondrá fin a la humanidad.