Autores:
  • Vivir su vida a su manera, llamar a su casa su castillo, disfrutar de los frutos de su propio trabajo, educar a sus hijos como le dicte su conciencia, ahorrar para su prosperidad después de su muerte... son deseos profundamente arraigados en el hombre civilizado. Su realización es casi tan necesaria para nuestras virtudes como para nuestra felicidad. De su total frustración podrían derivarse resultados desastrosos tanto morales como psicológicos.