-
No hay duda: la gente divertida es divertida. Pero finalmente aprendí que hay algo más importante, en las personas que conoces, que si son divertidas. Pensando en esos amigos que me habían dado tanto placer pero que también me habían causado tanto dolor, pensando en ese mundo brillante y cruel al que me habían introducido, vi que hay una forma mejor de valorar a la gente. No como divertidas o no divertidas, o elegantes o no elegantes, sino como cálidas o frías, generosas o egoístas. Gente que piensa en los demás y gente que no. Personas que saben escuchar y personas que sólo saben hablar.