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  • Tú y yo no podemos ser útiles si queremos ser dulces como la miel en la boca de los hombres. Dios nunca nos bendecirá si deseamos agradar a los hombres, para que piensen bien de nosotros. ¿Estás dispuesto a decirles lo que romperá tu corazón al decirlo y romperá el de ellos al oírlo? Si no es así, no eres apto para servir al Señor. Debes estar dispuesto a ir y hablar por Dios, aunque seas rechazado.