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  • Un día bien hecho -con un principio y un final, un propósito y un contenido, un color y un carácter, una sensación y una textura- ocupa su lugar entre los muchos y se convierte en un valioso recuerdo y un tesoro. A medianoche llegan los mensajeros alados, recogen todas estas piezas y se las llevan a dondequiera que se guarde el mosaico. Y seguramente, en alguna ocasión, un mensajero le dice a otro: "Espera a ver éste".