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Hay momentos en los que uno se siente libre de su propia identificación con las limitaciones e insuficiencias humanas. En esos momentos uno se imagina que está en algún punto de un pequeño planeta, contemplando asombrado la belleza fría pero profundamente conmovedora de lo eterno, lo insondable; la vida y la muerte fluyen en uno, y no hay ni evolución ni destino; sólo Ser.