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  • Las posesiones materiales y los honores del mundo no perduran. Pero su unión como esposa, esposo y familia sí. Ningún sacrificio es demasiado grande para tener las bendiciones de un matrimonio eterno. Al hacer y guardar los convenios sagrados del templo, demostramos nuestro amor por Dios, por nuestro compañero y nuestra verdadera consideración por nuestra posteridad, incluso por aquellos que aún no han nacido. Nuestra familia es el centro de nuestro mayor trabajo y gozo en esta vida; así será por toda la eternidad.