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  • A lo largo de los años he aprendido a agradecer casi inconscientemente -como un niño- un día soleado, el agua azul, las flores en un jarrón, un árbol que se tiñe de rojo. He aprendido a alegrarme al amanecer y cuando el cielo está oscuro. Sólo los niños y unas pocas personas espiritualmente evolucionadas nacen para sentir gratitud con la misma naturalidad con que respiran, sin siquiera pensar. La mayoría de nosotros llegamos a ella paso a paso, dolorosamente, para descubrir que la gratitud es una forma de aceptación.