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Me atengo al final de Lost. Es la historia que queríamos contar, y la contamos. Sin excusas. Sin disculpas. Lo recuerdo con tanto cariño como recuerdo el proceso de escribir toda la serie. Y aunque siempre me importará lo que penséis, ya no puedo ser esclavo de ello. He aquí por qué: Lo hice por mí. Me gustaba. Se me daba bien. Y realmente... estaba vivo.