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  • Si enseñas a un joven pobre a afeitarse y a mantener su navaja en orden, puedes contribuir más a la felicidad de su vida que dándole mil guineas. Esta suma puede gastarse pronto, quedando sólo el remordimiento de haberla consumido tontamente; pero en el otro caso, se libra de la frecuente vejación de esperar a los barberos, y de sus dedos a veces sucios, alientos ofensivos y navajas sin filo.

    Benjamin Franklin (2008). “The Autobiography of Benjamin Franklin”, p.197, Applewood Books
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