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La mística y el falso glamour de la profesión de escritor surgen en parte de la creencia errónea de que las personas que pueden expresar ideas y emociones profundas tienen ideas y emociones más profundas que el resto de nosotros. No es así. La capacidad de expresar es un don especial con un oficio especial que lo sustenta y se reparte de forma bastante equitativa entre los profundos, los superficiales y los mediocres.