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Porque tampoco la riqueza honra al que la posee, si es cobarde; de tal persona la riqueza pertenece a otro, y no a sí mismo. Tampoco la belleza y la fuerza del cuerpo, cuando habitan en un hombre vil y cobarde, parecen hermosas, sino lo contrario de hermosas, haciendo al poseedor más conspicuo, y manifestando su cobardía.