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  • Para el perfecto holgazán, para el observador apasionado se convierte en una inmensa fuente de placer establecer su morada en la multitud, en el flujo y reflujo, el bullicio, lo fugaz y lo infinito. Estar lejos de casa y, sin embargo, sentirse como en casa en cualquier parte; ver el mundo, estar en el centro mismo del mundo y, sin embargo, no ser visto por el mundo, tales son algunos de los pequeños placeres de esos espíritus independientes, intensos e imparciales, que no se prestan fácilmente a las definiciones lingüísticas. El observador es un príncipe que disfruta de su incógnito allá donde va.

    "The Painter of Modern Life".