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El divorcio entre la Iglesia y el Estado debe ser absoluto. Debe ser tan absoluto que ninguna propiedad de la Iglesia en cualquier lugar, en cualquier estado o en la nación, debe estar exenta de impuestos iguales; porque si se exime la propiedad de cualquier organización eclesiástica, en esa medida se impone un impuesto a toda la comunidad.