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  • No pidas a tus hijos que se esfuercen por tener una vida extraordinaria. Tal esfuerzo puede parecer admirable, pero es el camino de la insensatez. Ayúdales, en cambio, a encontrar el asombro y la maravilla de una vida ordinaria. Enséñales la alegría de saborear tomates, manzanas y peras. Enséñales a llorar cuando mueren animales y personas. Enséñales el placer infinito que se siente al tocar una mano. Y haz que lo ordinario cobre vida para ellos. Lo extraordinario se hará cargo de sí mismo.