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  • Anticipar, no sólo la salida del sol y el amanecer, sino, si es posible, ¡la naturaleza misma! Cuántas mañanas, en verano y en invierno, antes de que ningún vecino se ocupara de sus asuntos, me he ocupado yo de los míos... ¡Cuántos días de otoño, ay, e invierno, pasados fuera de la ciudad, tratando de oír lo que soplaba el viento, de oírlo y llevarlo expreso! Casi hundí todo mi capital en ello, y perdí mi propio aliento en el negocio, corriendo en su cara.