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  • Ahórrenme, pues, sus buenas intenciones, sus sensibilidades interiores, su amor no articulado y no expresado. Y ahórrenme también estos tediosos psicohistoriadores que, al exponer la bondad dentro del hombre malo, y la maldad en el bueno, establecen invariablemente un igualitarismo vulgar y perverso, como si la disposición de lo que está fuera y lo que está dentro no hiciera ninguna diferencia moral.