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El derecho a expresar las propias opiniones, a practicar la propia fe, a reunirse pacíficamente con otros para perseguir un cambio político o social: todos estos son derechos que asisten a todos los seres humanos, tanto si deciden ejercerlos en la plaza de una ciudad como en una sala de chat de Internet. Y al igual que hemos trabajado juntos desde el siglo pasado para garantizar estos derechos en el mundo material, debemos trabajar juntos en este siglo para garantizarlos en el ciberespacio.