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Mientras nos detenemos con grata satisfacción en la excelencia superior de nuestras instituciones políticas, no olvidemos que la libertad es poder; que la nación bendecida con la mayor porción de libertad debe ser, en proporción a su número, la nación más poderosa de la tierra, y que la tenencia del poder por el hombre está, en los propósitos morales de su Creador, a condición de que se ejerza con fines de beneficencia, para mejorar su condición y la de sus semejantes.