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Mis mejores horas son de medianoche a seis en realidad. Hojeo mis cuadernos y si algo me llama la atención y siento que quiero pasarlo del cuaderno a la página, lo hago, y luego viene este proceso tan extraño que es difícil de describir en el sentido de que escribo hasta que me atasco o no puedo avanzar más o me estoy aburriendo o lo que sea y entonces puede que pase a otro poema.