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Los deberes son nuestros; los acontecimientos son de Dios. Esto quita una carga infinita de los hombros de una criatura miserable, tentada y moribunda. Sólo por esta consideración puede reclinar con seguridad la cabeza y cerrar los ojos.
Los deberes son nuestros; los acontecimientos son de Dios. Esto quita una carga infinita de los hombros de una criatura miserable, tentada y moribunda. Sólo por esta consideración puede reclinar con seguridad la cabeza y cerrar los ojos.