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  • Nadie se ofenderá si le decimos que es una buena persona que podría ser un poco mejor. La ofensa viene cuando les decimos que ellos -y nosotros- somos impíos que no podemos impresionar a Dios ni escapar a su tribunal. Hasta que nuestra predicación de la ley no haya expuesto nuestros corazones y la santidad de Dios a ese nivel profundo, nuestros oyentes nunca huirán sólo a Cristo en busca de seguridad, aunque acudan a nosotros en busca de consejo.

    Michael Horton (2008). “Christless Christianity: The Alternative Gospel of the American Church”, p.130, Baker Books