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  • La próxima vez que te pongas delante de un espejo y quieras gritar, intenta recordar que Dios hizo esa cara. Esa sonrisa. Esos ojos grandes... y esas mejillas regordetas. Tú eres Su creación, llamada a reflejarlo. La transformación espiritual no viene de un programa de dieta, una botella, un cambio de imagen, o una máscara. Viene de una relación íntima con el Salvador. Él... nos aprecia por lo que realmente somos. Así que nosotros también podemos.