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Porque el viento nocturno tiene la lúgubre manía de dar vueltas y vueltas alrededor de un edificio de esa clase, y gemir mientras avanza; y de probar, con su mano invisible, las ventanas y las puertas; y de buscar algunas grietas por donde entrar.
Porque el viento nocturno tiene la lúgubre manía de dar vueltas y vueltas alrededor de un edificio de esa clase, y gemir mientras avanza; y de probar, con su mano invisible, las ventanas y las puertas; y de buscar algunas grietas por donde entrar.