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El cristiano sabe servir a los débiles no porque se lo merezcan, sino porque Dios nos extendió su amor cuando nosotros merecíamos lo contrario. Cristo bajó del cielo, y cada vez que sus discípulos soñaban con el prestigio y el poder, les recordaba que el más grande es el que sirve. La escalera del poder sube, la escalera de la gracia baja.