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  • Desde que conozco a Dios de una manera salvadora, la pintura, la poesía y la música han tenido encantos desconocidos para mí antes. He recibido lo que supongo es un gusto por ellas, o la religión ha refinado mi mente y la ha hecho susceptible a las impresiones de lo sublime y lo bello. ¡Oh, cómo la religión asegura el mayor disfrute de esos placeres que alejan a tantos de Dios, al convertirse en fuente de orgullo!