La adoración exige las distancias lejanas de Dios; protesta contra lo pequeño, lo cercano, lo material. Debe amar, pero debe mirar hacia arriba. No puede vivir sin la nota de espiritualidad y universalidad, cuando no de misterio. La ascensión, el paso de Cristo dentro del velo, responde a esta necesidad. Así, un cristianismo de túnica completa añade a la definición del conocimiento el alcance de la imaginación y del hogar.