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  • Lo que siempre he pensado de René Lévesque es que, si hubiera decidido ahorcarme, incluso al tensar la cuerda alrededor de mi cuello, se habría quejado de lo humillante que era para él abrir la trampilla. Y luego, una vez colgado, culparía a mi fantasma de haberle obligado a asesinar, imponiendo así un sentimiento de culpabilidad a un francófono dulce, pagado de sí mismo y oprimido.