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En la ciencia, los hombres han aprendido conscientemente a subordinarse a un propósito común sin perder la individualidad de sus logros. Cada uno sabe que su trabajo depende del de sus predecesores y colegas, y que sólo puede llegar a buen puerto gracias al trabajo de sus sucesores. En la ciencia los hombres colaboran no porque les obligue una autoridad superior o porque sigan ciegamente a algún líder elegido, sino porque se dan cuenta de que sólo en esta colaboración voluntaria puede cada uno encontrar su meta.