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Nuestros retos pueden ser nuevos. Los instrumentos con los que los afrontamos pueden ser nuevos. Pero los valores de los que depende nuestro éxito -honradez y trabajo duro, valor y juego limpio, tolerancia y curiosidad, lealtad y patriotismo- son antiguos. Son verdaderos. Han sido la fuerza silenciosa del progreso a lo largo de nuestra historia. Lo que se exige, por tanto, es un retorno a estas verdades.