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  • La gente nos dirá que sin los consuelos de la religión serían intolerablemente infelices. En la medida en que esto sea cierto, es un argumento de cobardes. Nadie, salvo un cobarde, elegiría conscientemente vivir en el paraíso de los tontos. Cuando un hombre sospecha que su mujer es infiel, no se le considera mejor por cerrar los ojos ante la evidencia. Y no veo por qué ignorar las pruebas debería ser despreciable en un caso y admirable en el otro.

    Bertrand Russell, John G. Slater, Peter Köllner (1997). “Last Philosophical Testament: 1943-68”, p.546, Psychology Press