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  • Quienes primero inventaron las constelaciones y luego les dieron nombre eran narradores de historias. Trazar una línea imaginaria entre un grupo de estrellas les daba una imagen y una identidad. Las estrellas enhebradas en esa línea eran como acontecimientos enhebrados en una narración. Por supuesto, imaginar las constelaciones no cambiaba las estrellas ni el vacío negro que las rodeaba. Lo que cambió fue la forma de leer el cielo nocturno.

    John Berger (2014). “And Our Faces, My Heart, Brief As Photos”, p.8, Bloomsbury Publishing