Hace poco le confesé a un viejo amigo: "Me di cuenta de que te miraba, en tu visita, a través de gafas viejas. Hablando viejas palabras. Contando viejas historias. Me doy cuenta de que en mi vida he hecho tantos cambios físicos y necesito darle tiempo a mi espíritu para ponerse al día". Tiempo para que mi espíritu mire a mi amigo a través de las nuevas gafas de las experiencias vitales actuales. Los viejos amigos son preciosos. Se vuelven aún más preciados cuando están envueltos en la actualidad de las experiencias de la vida y no relegados al pasado en el que una vez vivieron.