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Todo conocimiento tiene en sí mismo algún valor. No hay nada tan diminuto o insignificante que no prefiera conocerlo a no conocerlo. De la misma manera, todo poder, de cualquier tipo, es en sí mismo deseable. Un hombre no se sometería a aprender a hacer el dobladillo de un volante, de su esposa o de la criada de su esposa; pero si un mero deseo pudiera lograrlo, preferiría ser capaz de hacer el dobladillo de un volante.